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Lo que los radicales nos quieren hacer creer
03.05.2015

La radicalización de la izquierda es un argumento cada vez más recurrente entre las gentes y partidos de derecha que, con esa conclusión vacía, tratan de deslegitimar el avance de las fuerzas progresistas y la degradación continua del bipartidismo.

En un artículo de opinión publicado en los medios llamado ‘La izquierda se radicaliza’, José Sempere, miembro del PP de Alcoi, ahondaba en esta idea de la radicalización de la izquierda. Como polítologo tengo razones y argumentos más bien para pensar lo contrario: que es precisamente la derecha la que se ha radicalizado. Durante muchos años, desde los 70 con la crisis del petróleo en Europa y de forma más acrecentada con la reciente crisis mundial, la derecha se ha ido radicalizando en su continuo desmantelamiento del Estado de bienestar en favor de manos privadas y amigas.

La idea de radicalización impulsada por la derecha hace pensar que se trata de un intento de desvirtuar a nuevas fuerzas políticas tanto a niveles amplios, como otras a niveles más particulares y locales que, al fin y al cabo, nunca ha ostentado el poder y que, en consecuencia, pone en peligro el stablishment que desde los 80 gobierna en España en alternancia. Y no hago referencia a partidos concretos, más bien aludo a ese sistema rígido de personalidades, organizaciones en la sombra y empresas que ostentan y detentan el poder continuamente. Aludo a aquellos que, gracias a una opacidad política, a amigismos y a la complacencia pública, eluden obligaciones fiscales.

A aquellos que se sientan en consejos de administración de entidades financieras que desahucian a centenares de miles de familias modestas. Me refiero, por supuesto, a aquellos que han urdido el mayor fraude conocido en la historia de España, engañando con productos financieros a gente humilde que ha perdido todos sus ahorros. Me refiero, reitero, a aquellos consejeros que han arruinado sus Cajas de Ahorro, pero que se han retirado con bonus y obscenas pensiones millonarias y que, aún después de rescatadas con dinero público, emitían tarjetas opacas en las que se cargaron miles de euros en champagne, mariscadas y fiestas.

Esta es la radicalización de la derecha: un sistema formado por políticos y cía que se enriquece con las partes desguazadas del Estado de bienestar que son negocio y que los gobiernos conservadores les entregan. Estos son a los que Podemos denomina ‘casta’, refiriéndose, imagino, a aquel sistema social medieval en el que el estatus personal se adjudica de por vida.

Sempere define al Partido Popular como un “partido actualmente inmerso en un ambicioso plan de regeneración democrática, (…) además de exigir una mayor transparencia, responsabilidad y profesionalidad a los encargados de llevar esta tarea a cabo”. Permítanme que les cuente que no deja de sorprenderme esta afirmación, cuando es precisamente el PP el partido que más indultos ha concedido por año —figura jurídico-política, la del indulto, nada transparente—, el partido del Caso Bárcenas que destruyó los discos duros del ex-tesorero y gerente, que hubiesen aportado documentación de gran relevancia para el caso y requerida por el juez.

Me sorprende esta “regeneración democrática” de la que habla Sempere, ya que el PP es el partido autonómico sentenciado y obligado judicialmente catorce veces, a fecha de junio, a aportar información a los grupos parlamentarios de Les Corts; información que ha sido negada anteriormente bajo el perverso argumento de la confidencialidad. Me sorprende la “transparencia” de la que habla el Sr. Sempere, de un partido que ha operado siempre con confidencialidad en los contratos públicos, que pagamos todos, para eso confidencialidad y para lo demás, privacidad individual. Esa es su dosis de “transparencia y responsabilidad”.

La confianza se gana a base de hechos. No por la creación y el engalane una Ley de Transparencia que no viene a contar nada nuevo y se queda muy pero que muy corta en comparación con las Leyes de Transparencia del resto de la Unión Europea.

Uno de los principios de efectividad en la administración pública es que aquellas leyes que se dictan, para ser lo más positivas y prácticas posible, deberán ser vistas como necesarias en el imaginario colectivo de la ciudadanía. No obstante nuestro Gobierno lleva demasiado tiempo obviando leyes que la ciudadanía cree necesarias y justas, y es por ello que la sociedad se ve necesitada de otros partidos que respondan a sus necesidades y a sus intereses. Ese partido, por el momento, no es el PP, al menos no para la mayoría según muestran los recientes sondeos.

El PP lleva muchos años radicalizándose mediante políticas, actitudes y mentiras. Hagamos memoria: la campaña del NO a la subida del IVA de Zapatero y la negación a subir impuestos en precampaña, la reiteración a la negativa de recortar en Educación, Sanidad y Servicios Sociales, la de “los salarios no están bajando, sino que están subiendo moderadamente” de Cristóbal Montoro, el Gobierno ejemplar de Jaume Matas condenado por corrupción y enaltecido por Mariano Rajoy, el apoyo a Camps, el rescate financiero a entidades bancarias y un largo etcétera que no se olvida y que, muchas veces, tampoco se perdona. Porque para perdonar es necesario recibir algo a cambio, una transformación de la actitud, una búsqueda de la concordia que el Partido Popular no ha tenido con la ciudadanía.

Dice Wolfgang Streeck que los ciudadanos de a pie nos resistimos a abandonar la noción de una economía moral en la que tenemos derechos que prevalecen sobre los resultados de los intercambios mercantiles. Que la sociedad civil, la ciudadanía común, reclama un discurso moral que nos devuelva la esperanza de que los gobiernos y las instituciones democráticas se ocuparán de nosotros. Que hay un camino distinto al de la “justicia del mercado”. Es decir, la Cuestión Social, por mucho que se obvie por parte de los Gobernantes, la ciudadanía no la olvida, porque los enfermos dependientes continúan en nuestras casas, porque las listas de espera en hospitales aumentan, porque el trabajo se precariza, porque tener un sueldo ya no es síntoma de llegar a fin de mes, porque uno de cada tres niños vive bajo el moral de la pobreza en España, porque nos cansamos de ver arbitrariedad política y que siempre ganan y pierden los mismos: nosotros.

Esta es la pequeña lucha de la ciudadanía. Y esta, precisamente, no es la lucha del Partido Popular. Su lucha es la de mantenerse en el poder, infundir miedo sobre falsos radicalismos, sobre bi, tri o penta partitos y enarbolar la bandera de lo que nunca han sido, un partido social, para esconder que, realmente, son aquello que temen: un partido radical.

Mauro Colomina, candidat de Guanyar Alcoi

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